COMUNICACION DE SAN MARTIN AL DIRECTOR SUPREMO DE CHILE GENERAL BERNARDO O’HIGGINS
«El inesperado acaso de la noche del 19 del pasado, en Cancha-Rayada, hizo vacilar la libertad de Chile y la suerte de Sudamérica. Presentaba una escena a la verdad espantosa el ver disperso sin ser batido a un ejército compuesto de valientes y lleno de disciplina e instrucción.
«Yo, desde que abrí la campaña, estaba tan satisfecho que contaba cierta la victoria; todos mis movimientos fueron siempre dirigidos a que fuese completa y decisiva, y el enemigo desde el momento que abandonó a Curicó no halló posición en que nuestras fuerzas no le amenazasen en flanco, amenazando envolverlo: así fue que ambos ejércitos caímos a un tiempo mismo el 19 sobre Talca, siéndole de consiguiente imposible al enemigo emprender su retirada ni repasar el Maule.
«Esta situación, la más desesperada, vino a serle, por un acaso, la más dichosa: nuestras columnas de infantería no alcanzaron a llegar sino a caídas del sol y en esa hora me era imposible emprender un ataque al pueblo. El ejército entonces formó provisionalmente en dos líneas, ínterin se reconocía la posición más ventajosa que convenía darle: examinando el terreno, me decidí por la de AB que manifiesta el plano Nº 1; en su consecuencia, dí las órdenes para que se corriese toda nuestra ala derecha a ocuparla; mas apenas este movimiento se hubo ejecutado e iba a emprenderse en la izquierda, cuando un ataque, el más brusco y el más desesperado de parte de los enemigos, puso en una total confusión nuestro bagaje y nuestra artillería que estaba en movimiento. Era las nueve de la noche, y a esta confusión no tardó en seguirse la dispersión de nuestra izquierda después de un vivo fuego que duró cerca de media hora, en que el enemigo sufrió una pérdida grande y nosotros la más sensible e irreparable de ver herido al valiente general O’Higgins.
«Yo hice cuantos esfuerzos fueron imaginables, así como los demás jefes y oficiales, para practicar la reunión sobre el cerro C, lo que por el pronto se verificó bajo la protección de la reserva: aquí volvió a empeñarse uno de los combates más obstinados; pero la noche entorpecía cualquier medida y al fin no hubo más recurso que ceder.
«Nuestra derecha no había sido incomodada suficientemente y el coronel Las Heras tuvo la gloria de conducir y retirar en buen orden los cuerpos de infantería y de artillería que la componían. Este era el solo apoyo que nos quedaba a mi llegada a Chimbarongo: entonces tomé todas las medidas posibles para practicar la reunión, especialmente sobre la angostura de Regulemú. El cuartel general se situó en San Fernando.
«Aquí permanecí dos días, y aseguro a V. E. que nuestra posición era la más embarazosa. Todo el bagaje y todo el material del ejército lo habíamos perdido; desprovistos de todo, de todo necesitábamos para poder hacer frente a un enemigo superior y engreído con la victoria. En este caso no hallé otro partido que tomar, que el de replegarme rápidamente sobre Santiago, poner todos los resortes en movimiento y procurarme cuantos auxilios estaban a mi alcance para salvar al país.
«Es increíble, Excmo. señor, si se asegura que en el término de tres días el ejército se reorganizó en el campo de instrucción, distante una legua de esta ciudad: el espíritu se reanimó y a los trece días de la derrota, con una retirada de ochenta leguas, estuvimos ya en el caso de poder volver a encontrar al enemigo. El interés, la energía y firmeza con que los jefes y oficiales todos del ejército cooperaron al restablecimiento del orden y disciplina les hará un honor eterno. Verdad es que nuestras fuerzas eran ya muy inferiores a las suyas: muchos de nuestros cuerpos estaban en esqueleto y teníamos batallones que no formaban doscientos hombres.
«Entretanto, el enemigo se avanzaba con rapidez, y el 1º del corriente tuve avisos positivos de haber pasado todo el grueso el Maipú por los vados de Lonquén y que marchaba en la dirección de las gargantas de la Calera.
«La posición del campamento no era segura ni militar. El 2 marchamos a campar sobre las Acequias de Espejo: este día, el 3 y el 4 hubo fuertes tiroteos entre las guerrillas, y el ejército pasó todas estas noches sobre las armas. El enemigo se nos acercó al fin el día 5: todos sus movimientos parecían dirigidos a doblar en distancia nuestra derecha, amenazar la capital, poder cortarnos las comunicaciones de Aconcagua y asegurarse la de Valparaíso.
«Cuando vi trataba de practicar este movimiento, creí era el momento preciso de atacarlo sobre su marcha y ponerme a su frente por medio de un cambio de dirección sobre la derecha. V. E. lo verá marcado en el plano Nº 2, y fué el preparativo de las operaciones posteriores.
«Bajo la conducta del benemérito «brigadier Balcarce, puse desde luego toda la infantería: la derecha mandada por el coronel Las Heras, la izquierda por el teniente coronel Alvarado y la reserva por el coronel don Hilarión de la Quintana. La caballería de la derecha al coronel don Matías Zapiola con sus escuadrones de granaderos y la de la izquierda a la del coronel don Ramón Freire con los escuadrones de la escolta del Excmo. director de Chile y los Cazadores a caballo de los Andes.
«Notado por el enemigo nuestro primer movimiento, tomó la fuerte posición AB destacando al pequeño cerro aislado C, un batallón de cazadores para sostener una batería de cuatro piezas que colocó en este punto a media falda: esta disposición era muy bien entendida, pues aseguraba completamente su izquierda y sus fuerzas flanqueaban y barrían todo el frente de la posición.
«Nuestra línea, formada en columnas cerradas y paralelas, se inclinaba sobre la derecha del enemigo, presentando un ataque oblicuo sobre este flanco que, a la verdad, tenían descubierto. La reserva, cargada también a retaguardia sobre el mismo, estaba en actitud de envolverlo y sostener nuestra derecha. Una batería de ocho piezas de Chile, mandada por el comandante Blanco Cicerón, se situó en la puntilla D, y otra de cuatro, por el comandante Plaza, en E, desde donde principiaron a jugar con suceso y a cañonear la posición enemiga.
«En esta disposición se descolgaron nuestras columnas del borde de la pequeña colina que formaba nuestra posición para marchar a la carga y armas al brazo sobre la línea enemiga. Esta, rompió entonces un fuego horrendo, pero esto no detenía la marcha: su batería de flanco en el cerro C nos hacía mucho daño. En el mismo instante un grueso trozo de caballería enemiga situado en el intervalo CB se vino a la carga sobre los granaderos a caballo que formados en columna por escuadrones avanzaban siempre de frente. El escuadrón de la cabeza lo mandaba el comandante Escalada, que verse amenazado del enemigo, e irse sobre él sable en mano fue obra de un instante: el comandante Medina sigue este mismo movimiento, los enemigos vuelven caras a veinte pasos y fueron perseguidos hasta el cerrito, de donde a su vez fueron rechazados los nuestros por el fuego horrible de la infantería y metralla enemiga. Los escuadrones se rehacen con prontitud y dejando a su derecha el cerro pasan persiguiendo la caballería enemiga que se replegaba sobre la colina B: aquí fué reforzada considerablemente y rechazó a los escuadrones que vinieron a rehacerse sobre el coronel Zapiola que sostenía con firmeza estos movimientos: todos vuelven nuevamente a la carga hasta que el enemigo fue por último deshecho en esta parte y perseguido.
«Entretanto, el fuego se empeñaba del modo más activo y sangriento entre nuestra izquierda y la derecha enemiga: ésta la formaban sus mejores tropas, y no tardaron en venirnos igualmente a la carga formados en columna cerrada y marchando sobre su derecha a la misma altura otra columna de caballería. El comandante Borgoño había remontado ya la loma con ocho piezas de la artillería de Chile que mandaba y que destiné a nuestra izquierda con el objeto de enfilar la línea enemiga: él supo aprovechar este momento e hizo un fuego a metralla tan rápido sobre sus columnas, que consiguió desordenar su caballería: a pesar de esto y de los esfuerzos de los comandantes Alvarado y Martínez, que mostraron más que nunca su bravura, nuestra línea trepidó y vaciló un momento: los infantes de la Patria no pudieron menos que retroceder también; mas al mismo instante, di orden al coronel Quintana para que con su reserva cargase al enemigo, lo que ejecutó del modo más brillante. Esta se componía de los batallones Nº 1 de Chile, tres de id. y siete de los Andes al mando de sus comandantes Rivera, López y Conde: esta carga y la del comandante Thompson, del 1º de Coquimbo, dio un nuevo impulso a nuestra línea y toda volvió sobre los enemigos con más decisión que nunca.
«Los escuadrones de la escolta y cazadores a caballo, al mando del bravo coronel Freire, cargaron igualmente y a su turno fueron cargados en ataques sucesivos. No es posible, señor Excmo., dar una idea de las acciones brillantes y distinguidas de este día, tanto de cuerpos enteros como de jefes e individuos en particular; pero se puede decir que con dificultad se ha visto un ataque más bravo, más rápido y más sostenido: también puede asegurarse que jamás se vió una resistencia más vigorosa, más firme y más tenaz. La constancia de nuestros soldados y sus heroicos esfuerzos vencieron al fin, y la posición fue tomada regándola en sangre y arrojando de ella al enemigo a fuerza de bayonetazos.
«Este primer suceso parecía debía darnos por sí sola la victoria; mas no fue posible desordenar enteramente las columnas enemigas: nuestra caballería acuchillaba a su antojo los flancos y retaguardia de ellas; pero siempre marchando en masas llegaron hasta los callejones de Espejo, donde, posesionados del cerro F, se empeñó un nuevo combate que duró más de una hora sostenido éste por el Nº 3 de Arauco, infantes de la Patria y compañías de otros cuerpos que iban entrando sucesivamente. Por último, los bravos batallones Nº 1 de Coquimbo y II, que habían sostenido nuestra derecha, los atacan del modo más decidido, cuyo arrojo puso a los enemigos en total dispersión. Los portezuelos y todas las principales salidas estaban ocupadas por nuestra caballería.
«Sólo el general en jefe Osorio escapó con unos doscientos hombres de caballería y es probable no salve de los escuadrones y demás partidas que le persiguen: todos sus generales se hallan prisioneros en nuestro poder; de este número contamos a la fecha más de tres mil hombres y ciento noventa oficiales con la mayor parte de los jefes de los cuerpos. El campo de batalla está cubierto de dos mil cadáveres. Su artillería toda, sus parques, sus hospitales con facultativos, su casa militar con todas sus dependencias; en una palabra, todo cuanto componía el ejército real, es nuestro prisionero, o está en nuestro poder.
«Nuestra pérdida la regulo en mil hombres entre muertos y heridos. Luego que el Estado Mayor pueda completar la relación positiva de ellos, tendré el honor de dirigirla a V. E., así como la de los oficiales que más se hayan distinguido.
«Estoy lleno de reconocimiento de los infatigables servicios del señor general Balcarce. El ha llevado el peso del ejército desde el principio de la campaña, así como el ayudante general del Estado Mayor, Aguirre y demás individuos que lo componen, y cirujano mayor don Diego Paroissien.
«También estoy satisfecho de la comportación del ingeniero D’able, como igualmente de mis ayudantes O’Brien, Guzmán y Escalada, y la del secretario de la guerra Zenteno y el particular mío Marzan.
«Me queda sólo el sentimiento de no hallar cómo recomendar suficientemente a todos los bravos a cuyo esfuerzo y valor ha debido la patria una jornada tan brillante.
«Ruego a V. E. que a continuación de este parte haga insertar la relación de los jefes que han tenido la gloria de seguir esta campaña tan penosa como brillante.
«Sé que ofendo la moderación del valiente Excmo. señor supremo director de este Estado, don Bernardo O’Higgins; pero debo manifestar a V. E., que hallándose gravemente herido, montó a caballo y llegó al campo de batalla a su conclusión, teniendo el sentimiento que de estas resultas se ha agravado de su herida».
San Martín agrega a este parte estas dos notas marginales:
«La acción principió a las doce del día y concluyó a las oraciones.
«La fuerza del ejército enemigo se componía de cinco mil trescientos hombres de todas armas: la del nuestro, de cuatro mil novecientos».
(Transcripción de la ortografía y texto original. Memorial del Ejército de Chile Nº 342, Marzo-Abril de 1968).
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