General JUAN GREGORIO DE LAS HERAS
El enemigo ocupaba desde el 5 de Abril la hacienda de la Calera situada a la derecha del Maipú. El ejército de la Patria estaba situado en lo que se llama las Tres Acequias más allá de la chacra de Ochagavía.
En la tarde del día 4 por decisión de una junta de guerra, el ejército patriota se corrió sobre su izquierda para situarse sobre la conjunción de los tres caminos que vienen de Maipú, y esperar allí al enemigo que debía dirigirse sobre esta capital, y atacarlo si era posible sobre su marcha sin darle lugar de combinaciones.
En la noche del 4 al 5 se destacó toda nuestra caballería para que atacando los puestos avanzados del enemigo, lo tuviese en continua agitación y alarma y que si por la mañana emprendía su marcha ejecutase lo mismo durante ella. Así se hizo y el ejército independiente conocía momentáneamente la aproximación de sus enemigos por el fuego de fusil y cañón que se sentía y por los partes que con repetición los comandantes de caballería le dirigían al general en jefe.
Cuando el enemigo se hubo acercado a alguna distancia capaz de reconocer nuestras líneas y nuestra fuerte artillería, considerando sin duda la importancia de nuestra caballería por lo mucho que lo había embarazado en su marcha y que si tenía un contraste no podía repasar el Maule, se decidió a hacer un movimiento sobre su izquierda y dirigirse a las casas de Espejo, y abrirse una retirada más corta sobre Valparaíso en caso desgraciado y ponerse en contacto con sus buques de guerra que bloqueaban aquel puerto.
Cerciorado el general San Martín del movimiento del enemigo mandó inmediatamente formar una columna general de su ejército, emprendiendo su. marcha como a las once de la mañana. Grandes fueron los obstáculos que hubo que vencer para facilitar el paso de nuestra columna por entre potreros rompiendo tapias y cercas, hasta llegar al campo de batalla como a las doce muy poco más del día.
En el acto se formó una línea de columnas paralelas, según está demostrado en el plano, ocupando nuestro ejército el costado más amplio del triángulo que hace frente al ángulo que viene a concluir en el callejón que conduce a la casa de Espejo.
Los enemigos ocupaban toda la casa de Espejo con sus bagajes y parque y sus columnas ya se presentaban sobre el extremo Este del ángulo que se une al callejón según he dicho.
La batalla se empezó rompiendo nosotros el fuego con las cuatro piezas de grueso calibre que teníamos en el centro de nuestra línea. Los enemigos contestaron del mismo modo, y entonces ambos ejércitos se decidieron a atacarse empezando sus operaciones del modo siguiente:
El enemigo destacó un escuadrón, aunque algo distante, sobre el flanco derecho de nuestra línea, quedando por esta medida en posesión de un camino que conduce desde esta capital a las Lomas y de allí a Valparaíso y de consiguiente flanqueado nuestro flanco derecho.
Colocó su reserva compuesta de ocho compañías de granaderos y cazadores con cuatro piezas de artillería sobre un mamelón a la izquierda de las casas de Espejo y puso sus dos columnas de infantería con alguna caballería a la derecha en dirección del centro de nuestra línea. La nuestra que se movía con el mismo objeto destacó el primer batallón de su derecha, número 11, para atacar la posición de la reserva enemiga la cual conociendo el movimiento rompió el fuego de artillería sobre él. En estos momentos entre el mamelón donde estaba la reserva enemiga y en el que estaban ambos ejércitos de infantería, se presenta una caballería enemiga que manifiesta querer cargar al mismo once, éste se cierra en masa y la espera, y yo dando órdenes al regimiento de Granaderos a caballos que lo tenía sobre mi derecha, para que la cargue por escuadrones, dispongo que la artillería de Blanco y Cicerón que tenía a mi derecha apoyada por el batallón de Cazadores de Coquimbo rompiese el fuego sobre la artillería enemiga; así se hizo, y aquella indecisa entre querer cargar y no poder organizarse por el estrago que sufría, dio lugar a que los Granaderos a caballo la cargasen y derrotasen completamente.
Entre tanto casi al mismo tiempo otros sucesos tienen lugar en nuestra ala izquierda: el enemigo avanza sus columnas de infantería con alguna caballería a su derecha; ésta luego que es vista por la nuestra situada al extremo de nuestra izquierda la carga sin trepidar dispersándola completamente y las columnas de infantería que como las nuestras marchaban a chocarse sin verse porque en el centro el terreno era más elevado, se encuentran a muy corta distancia teniendo la ventaja los españoles por encontrarse en la altura, sus fuegos pronto destruyen y desordenan al batallón número 8, que se pone en retirada en dispersión. El batallón número 2 quiere cargar a la bayoneta a la segunda columna enemiga que lo espera, pero al ejecutarlo también se dispersa. En circunstancias tan críticas para el ejército de la Patria, nuestra artillería al mando de Borgoño, situada al extremo del ala izquierda cañonea con el mayor acierto las columnas enemigas. Alvarado hace que su batallón Cazadores de los Andes despliegue en batalla con un fuego vivo al enemigo. Heras hace otro tanto con el batallón de Infantes de la Patria que es el que tiene más próximo el peligro y la reserva al mando del coronel Quintana compuesta de las tres armas, toca a la carga para
venir a cubrir el claro que resultaba en nuestra línea por la derrota del número 8 y número 2. Aquí la fortuna empieza de nuevo a favorecer a los patriotas. El enemigo agobiado de la gran pérdida que sufre por nuestros fuegos, sin caballería que lo proteja y temeroso a la nueva columna, nuestra reserva, que se le acerca, trata de retirarse, emprende el movimiento, pero se envuelve y entonces nuestra caballería de la reserva, aprovechando los momentos, lo carga y lo hace pedazos.
Antes he dicho que la columna de reserva de los enemigos ocupaba un mamelón a la izquierda de las casas de Espejo y cuando Primo Rivera, su jefe, vio que su caballería intermedia entre sus columnas y las otras dos que habían avanzado había sido derrotada y que el número 11 se dirigía a su posición para quitársela, la abandonó dejando en ella cuatro pieza de artillería y se dirigió a ocupar la retaguardia como reserva
de las otras dos columnas de su ejército; pero cuando llegó ya la derrota era hecha, y aunque avanzó algún trecho no fue para batirse sino para cubrir la retirada de sus dispersos. Entonces fue cuando Heras con el batallón de Cazadores de Coquimbo y una compañía de Granaderos a caballo lo cargó hasta hacerlo descender al callejón de Espejo y le quitó un cañón con que se retiraba.
Cuando los sucesos llegaron al punto de vista que he referido, la victoria era ya de los patriotas a no dudarlo; pero como los españoles se veía que procuraban organizarse y formando un cuadro al lado izquierdo de la puerta de calle de la casa de Espejo trataban de resistir, el coronel Heras que persiguiendo a la columna de Primo Rivera fue el primer jefe que llegó a la puntilla que domina el callejón que conduce a aquellas casas, después que el citado Batallón de Cazadores de Coquimbo tomase posesión de aquel punto hasta nueva orden, que fuesen varios oficiales a retaguardia para que toda la artillería posible y los batallones de infantería avanzasen con celeridad; el primero que se presentó fue el número 11 que recibió la orden de ocultarse trás de un pequeño mamelón que está a la izquierda de la casa y que esperase la señal de un corneta para romper el fuego; iguales órdenes, aun-que con diferencia de local se les dieron a todos los cuerpos que fueron llegando, y como también llegaron varias piezas de artillería, todas se colocaron en la puntilla formando una batería. En estas circunstancias se presentó el general Balcarce, quien mandó que atacase por el callejón el batallón de Cazadores de Coquimbo; así lo hizo, pero en el acto fue recibido con un fuego mortífero perdiendo como 250 hombres. Entonces se hace la señal indicada de la corneta, y la artillería e infantería rompen un fuego vivísimo que en menos de quince minutos hace pedazos el cuadro de los enemigos que en dispersión se refugian en la casa, donde son asaltados por el número 11 que entra pasando a la bayoneta todo lo que se le presenta.
Sin embargo, el coronel Rodil que manda el batallón de Arequipa se retira por el camino a Maipú con la mayor parte de su cuerpo en el mejor orden y el coronel Freire que lo persigue con su caballería no puede rendirlo; pero llega la noche y los soldados de Rodil se dispersan y él tiene que fugar para la costa hasta que gane a Talcahuano.
NOTA.
—La fuerza del ejército enemigo pasaba de 5. 500 hombres en cuatro batallones, doce piezas de artillería y varios escuadrones de caballería; y la del ejército de la Patria apenas podía llegar a 4.500 en nueve batallones, como veinticinco piezas de artillería, cuatro escuadrones de Granaderos a caballo, dos escuadrones de Cazadores y dos de Lanceros, resultando la diferencia que debe notarse que nuestros batallones y escuadrones, el que más fuerza tenía era sólo la mitad de lo que le correspondía, en razón de la dispersión de Cancha Rayada.
La acción empezó a las doce y algunos minutos más del día y concluyó un poco antes de las cuatro de la tarde.
Nuestra pérdida se avaluó en poco más de mil hombres entre muertos y heridos, y la del enemigo en más de mil quinientos sin contar prisioneros.
Todo el material del ejército enemigo en parque, comisaría y equipajes cayó en nuestro poder en las casas de Espejo.
Santiago, 5 de Abril de 1856
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