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LA VISITA DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II EN LA PRENSA DE MAIPÚ

La esperada visita del Santo Padre Juan Pablo II a nuestro país, y especialmente a la Comuna de Maipú, acaparó muchos artículos, crónicas, reportajes y comentarios en los medios de comunicación en general, pero especialmente en la prensa escrita maipucina, desde muchos meses antes a su llegada, en el mes de abril de 1987.

En ese tiempo, el medio local escrito de mayor prestigio y circulación en nuestra localidad, era el PERIÓDICO MAIPÚ, que cubrió íntegramente y en forma completa, este emotivo acontecimiento, considerado por muchos como el hecho más relevante acaecido en este terruño, durante toda su historia.

Aquí transcribimos dos artículos tomados de sus páginas, uno de ellos de varios meses antes, escrito por el prestigioso historiador y vecino Raúl Téllez Yáñez, y el otro, la nota editorial de la edición posterior inmediata a su visita.

EL PEREGRINO DE LA PAZ

Por Raúl Téllez Yáñez

Hace algún tiempo, en una crónica sencilla que intitulé “Esperamos una visita”, te hablé de una persona que estaría entre nosotros. No sé si la leíste o no, a lo mejor no tuviste oportunidad de hacerlo. Lo volveré a mencionar.

Ese personaje que aguardamos con el fervor de nuestra alma viene en cumplimiento de un mandato: “Id por el mundo y predicad mi Evangelio”.

Ese mandato lo dio Cristo a sus discípulos y en especial a Pedro, a quien dijo: “Tú eres Pedro (piedra) y sobre ti edificaré mi Iglesia”. Es innecesaria toda explicación.

Tiene pues, el compromiso de venir a vernos, somos cristianos y en consecuencia sus hijos.

¿Cómo hemos de recibirlo?

Como se recibe al Padre que arriba de lejanas tierras a traernos alegría al corazón y una esperanza eterna que muchas veces hemos dejado de acariciar.

Viene a recordarnos que un día –hace tal vez mucho tiempo- y por primera vez un bálsamo divino buscó hospedaje en nuestra alma y nos inició en el camino de la verdad. En esos años felices aprendimos a amar al prójimo y a extender con generosidad la mano a fin de levantar al que por el paso del tiempo comenzaba a sentir el cansancio de la vida. Son tantas las cosas que recibió en ese entonces nuestro espíritu y que se escurrieron como lo hace el sol en la hora del crepúsculo.

Todo esto lo hará renacer SU SANTIDAD JUAN PABLO II, cuando extendiendo sus brazos nos dé su bendición desde el Santuario de Maipú, atravesando lentamente los muros sagrados de la historia.

Retornará a nuestro pecho aquello que se hallaba adormecido, se nublarán nuestros ojos y retendremos en nuestros oídos sus palabras de Amor y Eternidad, y la Paz que él predicará con unción nos hará sentirnos herederos de una fe profunda, de ese tesoro al cual no le habíamos dado la debida importancia.

Su Santidad consagrará los campos, sus árboles, sus flores. Verá el cielo azul y las esbeltas montañas de esta tierra querida llamada Chile.

Ante su presencia permaneceremos un instante como ausentes, sintiéndonos trasportados a un mundo distinto, que no conocíamos o habíamos olvidado. Nos hablará de Cristo que nos ama y espera tanto de nosotros, de la fidelidad que debemos tener hacia Él y la seguridad de que siempre quitará las espinas que pudieran herirnos.

Una tarde de abril, el Peregrino se irá alzando su diestra, para darnos el adiós, lo que nosotros también haremos con pena, pero sin duda, habremos obtenido esa Paz que sólo Cristo puede dar, ya que sus palabras son de Vida Eterna.

Preparémonos con el corazón limpio para recibir con entusiasmo al Mensajero del Evangelio, de la Vida, de Amor y de Esperanza.

Si has llegado hasta el final de esta crónica, es porque quieres batir por los aires tu blanco pañuelo para saludar al PEREGRINO DE LA PAZ que aunque cansado, desea vernos y besar la tierra en que hemos nacido.

(“PERIODICO MAIPU” N° 206, del 7 de Noviembre de 1986).

Portada de la Edición Nº 210 del PERIODICO MAIPU, del 13 de Marzo de 1987, dedicada en toda su parte principal a dar la bienvenida a Su Santidad Juan Pablo II a Chile y a Maipú.

 

EL PAPA EN MAIPU

“Siento una alegría grande al poder encontraros en Maipú, lugar tan significativo e importante en nuestra historia. Efectivamente, aquí quedó sellada la libertad de Chile como nación y su inquebrantable fraternidad con el pueblo hermano de Argentina. Y en este mismo lugar, los Padres de la Patria expresaron su amor a María e hicieron un voto que ha ligado el destino de este gran pueblo a la Madre de Jesucristo”.

Estas fueron las primeras palabras que Juan Pablo II pronunció a las religiosas congregadas en el interior del Templo Votivo, la memorable mañana del pasado viernes 3 de abril. En ellas, el Santo Padre demuestra un cabal conocimiento de los valores que por siempre harán de Maipú el lugar escogido y privilegiado dentro de nuestra patria.

Tal vez fueron estos mismos valores, precisamente, los que motivaron y pesaron en forma decisiva para que los pies del Peregrino de la Paz pisaran este histórico suelo, viaje que en un principio tuvo serias dudas y oposiciones.

En el saludo a la comunidad local y a los campesinos de la zona central, pronunciado en la explanada del Templo, Su Santidad señaló que: “Mientras venía hacia Maipú, para esta solemne coronación de la Imagen de la Santísima Virgen del Carmen, daba gracias a Dios nuestro Padre, de quien proviene todo bien, al contemplar vuestros campos y, en particular, las chacras de Maipú que vosotros cultiváis con dedicación y esfuerzo”.

Más adelante, en la misma intervención, el Santo Padre hace una profunda analogía entre la historia y la fe, expresando textualmente:

“El nombre de Maipú evoca gestas heroicas de los Padres de la Patria. También el Señor pide ahora, a cada uno, un renovado esfuerzo orientado a adquirir las virtudes cristianas; que ese empeño no desdiga del que, en otro terreno, realizaron aquellos próceres. Así vuestro trabajo, vivificado por los sacramentos, por la oración, por las virtudes humanas y cristianas, se convertirá en medio y ocasión de imitar a Jesús en su Evangelio del trabajo”.

Hoy, el paso de Juan Pablo II por las calles y Santuario de Maipú, ya es un recuerdo, pero un recuerdo vivo y perenne que marcará por siempre a todos quienes, con un espíritu abierto y un corazón dispuesto, supieron aclamarle con alegría y respeto, y escuchar su palabra y su mensaje con vivo interés y unción.

Las lecciones y enseñanzas que su paso por Chile y Maipú dejaron entre los fieles, son inmensas y profundas. Ahora nos cabe a todos por igual hacerlas nuestras, meditarlas y practicarlas, y de esta forma, responder positivamente al gran honor y privilegio de haber tenido al vicario de Cristo en nuestra casa y en medio de nosotros.

Para todos quienes hicieron posible y colaboraron al éxito de la visita de Su Santidad a Maipú, nuestras felicitaciones y sincera gratitud.

(Nota Editorial del “PERIODICO MAIPU”, Edición N° 211, del 17 de Abril de 1987).